sábado, 21 de noviembre de 2015

UN MUY BREVE ESTUDIO SOBRE LA ENVIDIA


UN MUY BREVE ESTUDIO SOBRE LA ENVIDIA

"Eifersucht ist Leidenschaft, die mit
Eifer sucht was Leiden schaft"

La frase  que aparece en el pórtico del presente artículo, es un adagio alemán que pareciendo un trabalenguas significa más o menos lo siguiente: "La envidia es una pasión que afanosamente va en pos de todo lo que causa sufrimiento".

¿Quién no ha hospedado alguna vez esta emoción que es exclusivamente humana? De los famosos siete pecados capitales, tal vez sean la pereza y la gula los más fáciles de perdonar, mientras que el que más daño, desgracias, crímenes, actos terroristas y guerras provoca, según observo, es la envidia que mucho tiene que ver con el rencor y la hipocresía; "...en cuanto a la pereza, nos es perfectamente lícito mostrarla en diferentes circunstancias, y la gula, siempre y cuando sea la ajena, nos provoca risa"- dice textualmente el filósofo alemán Leszek Kolakowski.

De la envidia emanan ignominias que provocan desgracias que pueden involucrar a toda la sociedad: . "Maldita -dice la dama para sus adentros al besar a la recién llegada- ese vestido se vería mejor en mí, pero tu lo puedes tener y no yo", " Este hijo de la... -dice el hombre al estrechar la mano de su "amigo", rumiando mentalmente- a cada fiesta trae un carro distinto". "Yo quiero tener lo mismo que tiene aquel" y "Yo no quiero que aquel tenga más que yo", estas últimas, son las  dos manifestaciones clásicas de la envidia y hay quienes, no conformes con esto, alimentan la esperanza de reducir a alguien más eficaz que ellos, a su nivel de deficiencia para que de esas manera "estar parejos" ; y esto es algo que también mucho se ve a diario en nuestro contexto con el fin de justificar la mediocridad. El poeta polaco Leopold Staff (1878-1957) decía en una de sus obras: "Que nadie duerma tranquilo/mientras yo dormir no puedo". 

Tengo la sensación de que los envidiosos dejan al descubierto su pequeñez con suma eficiencia, aunque por lo regular su ceguera no les permite percatarse de ello; miren, decía Antístenes. el filósofo griego que vivió de 444 a 365 a.c. y fundador de la Escuela Cínica, que  "al envidioso, su propio carácter lo corroe tanto como la herrumbre al hierro. Si sigue viviendo con esa tonta y absurda emoción, jamás le será dado a beber de ese vino de la vida que tanto anhela y al que tanto aspira"; y es que a nadie daña tanto esta emoción como a quien la practica. Los envidiosos creen dañar a la persona  a quien dirigen los dardos de su envidia, pero éste se libra de ellos tan sólo con su indiferencia como un acto de madurez que el envidioso no ha alcanzado y que no le permite calcular sus potencias y los alcances de éstas.

Como podemos apreciar en este breve estudio, la envidia puede ser personal, pero también puede alcanzar contextos más amplios, manifestándose socialmente  y que tienen que ver con las aspiraciones que pueden expresar los habitantes de una comunidad, pueblo o nación, como por ejemplo, vivir en un estado de seguridad que permita mejorar nuestras relaciones y todas las actividades creativas y productivas o dejar de oír cosas como: "corruptelas, "ajustes de cuentas", "complicidades", "ejecuciones", "levantones", "ordeña de ductos", "narcobloqueos", "fraudes". ¿Por qué no? Los mexicanos podemos aspirar ( no envidiar) a ser como otras sociedades que viviendo en paz crean música (no narcocorridos), pintura, danza...¡Arte!, hacen evolucionar su educación (sin crispar a los educadores, a los alumnos y a los padres de familia), su ciencia, su tecnología; viven sus tradiciones (no las cambian por influencias mercantiles), tienen gobiernos  eficientes y respetuosos y definitivamente, son felices... son situaciones favorables (no envidiables) que se pueden resolver o llegar a ellas con inteligencia y trabajo; no hay de otra; y esto es aplicable tanto a este tipo de envidia identificada como social y a la personal. Por sobre todas las cosas deben prevalecer el respeto a los demás, otorgar la razón a quien la tenga y obrar con inteligencia y aquí, esta última capacidad que al parecer no es exclusiva del humano (como la envidia) en alguna de sus expresiones, resulta indispensable.

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