viernes, 21 de agosto de 2015

REPROBADOS


REPROBADOS

La sumisión o la aceptación a ciegas del PRI  para gobernarnos fue  y  sigue siendo una secuela del caudillismo postrevolucionario y de la influencia del catolicismo en la manera de pensar y hacer las cosas en México.

Ser del PRI era (¿era?) ser mexicano, patriota… institucional. Ser católico era (¿Sigue siendo?) ser guadalupano, estar bajo la protección del máximo símbolo libertario, gracias a Hidalgo en 1810 y reafirmado por Fox en el año 2000.  Aunque hemos estado pasando de una a otra pandilla de políticos, (la oligarquía es la misma),  hemos dado cuando menos un paso hacia el progreso; porque no me dejarán mentir quienes lean este artículo que los ricos que se apoderaron de esta nación desde 1521 siguen siendo los mismos y los pobres, los despojados de aquel entonces también son los mismos salvo contadas excepciones (algunos traidores, besamanos, narcos, empleados de éstos  y sicarios cuyo común denominador es no haberse preocupado por obtener ninguna preparación o algún grado académico (aunque parezcan tenerlo), para quienes la mayor ofensa es que les ofrezcan un trabajo de 8 horas y más si es con el salario  mínimo y mucho más si se trata de rolar turnos); así que el actual estado de subdesarrollo en que se encuentra el país, no es casualidad, sino el resultado de todas las triquiñuelas de quienes administran y han administrado la riqueza nacional desde aquella fecha de la que ya he hecho alusión.


Desde 1938 tuvimos la oportunidad de crear la infraestructura  para el desarrollo general e integral del país y no lo hicimos (todo se ha quedado en las cuentas de los gobernantes en turno, sus directores de PEMEX y de los líderes del sindicato petrolero), no le convenía a la oligarquía “revolucionaria” y la masa social de gobernados, entregada su confianza incondicional a ésta, nada hicimos. Protestar era estar en contra de la banderita y faltarle el respeto a la virgencita y aquí estamos: postrados ante el dólar, ante el PRI, ante la virgen, ante la televisión y ante la internet; ¿Qué se espera? Seguir como estamos, sin acceder a niveles reales y superiores de bienestar familiar y social, distraídos con la tele, divertidos en el “yutú” y exhibiendo nuestras  miserias en forma de “selfis” y confesiones en el “feis”. Bien  instalado el circo aunque ni pan haya.

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